“Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían:
Saúl hirió a sus miles. Y David a sus diez miles.”
Saúl hirió a sus miles. Y David a sus diez miles.”
Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho(1 Samuel 18:7- 8 RV 1960).
Saúl y David eran ambos israelitas, parte del pueblo elegido de Dios Ellos podían alabarse el uno al otro. David reconoció esta verdad, pero por lo visto el Rey Saúl no lo hizo así. Cuando las mujeres comenzaron a cantar sobre el triunfo reciente de Israel en la batalla, todo lo que Saúl podía oír era que David consiguió más reconocimiento que él. Esto lo enojó. El versículo nueve nos dice que a partir de aquel día, Saúl miraba a David con sospecha y disgusto, y finalmente hasta intentó asesinar a David.
Esta es una reacción extrema, por no decir más, pero me pregunto si algunos de nosotros que estamos “en el mismo equipo” a veces también nos disgustamos cuando otros son reconocidos más que nosotros. Quizás usted canta en el ministerio de alabanza, y aunque el grupo de alabanza a menudo sea congratulado desde el púlpito, un cantante en particular (además de usted) parece recibir la mayor parte de la gloria de parte de la congregación. Tal vez usted ha oído que su libro ha bendecido a muchos lectores, pero este es el libro de alguien más que gana todos los premios. ¿Indudablemente esa clase de reconocimientos no nos manda a un frenesí cruel, pero es posible que estas noticias nos disgusten y comenzamos a observar a los demás de un modo diferente? ¿Levantan los celos o la envidia su fea cabeza?
A todos nosotros nos gusta ser reconocidos por nuestro difícil trabajo y logros, pero dudo que cualquiera de nosotros conscientemente desee abrigar resentimiento hacia otros por sus éxitos. Si mantenemos presente que realmente estamos en el mismo equipo, sirviendo a
Aquel que trajo el mundo a la existencia y aún lo visitó con el corazón de un Siervo humilde, estaremos mejor capacitados de guardar la competición fuera de la ecuación y en cambio alegrarnos con los demás y alentarlos.
Aquel que trajo el mundo a la existencia y aún lo visitó con el corazón de un Siervo humilde, estaremos mejor capacitados de guardar la competición fuera de la ecuación y en cambio alegrarnos con los demás y alentarlos.
¿Hay por allí alguien que usted pueda animar o congratular hoy, alguien que puede haber sido recompensado de algún modo como a usted le hubiera gustado ser elogiado(a)? Pídale a Dios perdonar cualquier pensamiento envidioso que usted haya podido tener, cambiar su corazón, y permitirle ir avanzado y ofrecer las palabras que usted sabe que Dios quiere que usted diga. Los resultados serán triples: un lazo más fuerte entre usted y aquel hermano o hermana que sirve al mismo Señor y Salvador que usted; ser un testigo poderoso para aquellos que nos miran a nosotros y pasan pendientes de nuestras palabras/acciones; y la gloria al Nombre sobre todo otro nombre, sirviendo juntos en Su equipo universal de humildes seguidores.
POR. KATHI MACIAS.
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